Si un huevo se rompe desde afuera, la vida termina. Si se rompe desde adentro, la vida comienza...
Puede parecer obvio y de tan obvio no reparamos en cuidar los seres avícolas que hay en su interior. Ni siquiera nos tomamos la molestia de incubar el nuestro. En silencio puedes escuchar el frenético aleteo de la vida que lucha por romper su cáscara. Y cuando lo consigue debe aprender a volar. Aunque pueda parecer políticamente incorrecto, ¡debemos procurar que no nos toquen los huevos!
Es agotador luchar contra los propios límites, en este caso, la propia cáscara. Parece que a veces aleteamos demasiado fuerte y nos agotamos antes de poder romperla. Entonces volvemos al letargo, descansamos, cogemos fuerzas, ¡y vuelta a empezar! Y así una y otra vez, con la convicción que algún día lo conseguiremos.
En el silencio del reposo, si escuchamos con atención, reconoceremos el volar de los que ya se liberaron, también podremos reconocer su canto y su esencia. Es sorprendente como el frágil eco de quién ya se liberó puede llegar a multiplicar nuestras fuerzas...y entonces ya no hay cáscara que se nos resista...¡pío!,¡pío!...y a volar.
Es agotador luchar contra los propios límites, en este caso, la propia cáscara. Parece que a veces aleteamos demasiado fuerte y nos agotamos antes de poder romperla. Entonces volvemos al letargo, descansamos, cogemos fuerzas, ¡y vuelta a empezar! Y así una y otra vez, con la convicción que algún día lo conseguiremos.
En el silencio del reposo, si escuchamos con atención, reconoceremos el volar de los que ya se liberaron, también podremos reconocer su canto y su esencia. Es sorprendente como el frágil eco de quién ya se liberó puede llegar a multiplicar nuestras fuerzas...y entonces ya no hay cáscara que se nos resista...¡pío!,¡pío!...y a volar.
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